Daniel Pastor Galán reescribe la historia geológica de Irán hace 350 millones de años
Daniel Pastor Galán ha trazado la historia de una placa tectónica de hace entre 350 y 300 millones de años en el actual Irán, desvelando que sufrió una subducción por debajo de otra placa para después volver a emerger y chocar con un continente que corresponde a un fragmento de Pangea. Los resultados se publican en el GSA Bulletin, de la Sociedad Geológica Americana, gracias al apoyo de la Beca Leonardo que obtuvo el investigador en 2022 en Biología, Ciencias del Medio Ambiente y de la Tierra.
29 mayo, 2025
Hace once años, durante su primer contrato posdoctoral en la Universidad de Utrecht, Pastor Galán viajó al noroeste de Irán para tomar muestras de ciertas rocas que estaba estudiando. Aprovechando el viaje, extrajo también otra serie de muestras de rocas que no estaban relacionadas con su proyecto de investigación, pero que le habían parecido “curiosas”. Ahora, este proyecto que para el investigador fue siempre lateral ha permitido reescribir la historia geológica de la región.
Las rocas iraníes, aunque actualmente están en superficie, llegaron a hundirse hasta unos 80 kilómetros bajo tierra hace unos 350 millones de años. Después, resurgieron entre un pequeño arco de islas y un continente, chocando con un continente correspondiente a un fragmento de Pangea. En este proceso, las rocas experimentaron una presión muy elevada, y precisamente el análisis de la temperatura y la presión a la que llegaron aquellas rocas, unidas a otros datos ya conocidos, es la que ha permitido reconstruir la historia de esa placa oceánica. Para ello, han bastado testigos de unos 25 centímetros, que permiten llegar a los minerales que no están alterados por la reacción con la atmósfera sino que son más parecidos a cuando estaban a kilómetros de profundidad.
Cambiar la historia gracias a nuevos datos
Estas mismas rocas ya se habían estudiado en los años 1970s, y aquellos análisis concluyeron que correspondían a un cierto océano, el Paleotetis, que existió hace entre 500 y 200 millones de años en el lugar donde actualmente se sitúan el Océano Índico y el sur de Asia. Sin embargo, este nuevo estudio, fruto de una colaboración entre los Países Bajos, Corea, Japón, Irán y España, ha permitido revisar ese conocimiento y deducir que las rocas tienen que pertenecer a un océano anterior, el Reico. “Hemos localizado un fragmento de un océano que es anterior a lo que se creía”, declara Pastor Galán, científico titular del CSIC en el Instituto de Geociencias.
El investigador expone que, en ciencia básica como la que él estudia, no es frecuente realizar revisiones del conocimiento que se cree establecido, “porque no es urgente”. Sin embargo, esto ocasiona que “se propague un conocimiento que es falso, aunque no sea culpa de nadie”, y su trabajo es un buen ejemplo de que las metodologías y datos más actualizados en ocasiones modifican lo que se daba por sabido. La importancia de reescribir lo ya estudiado se refleja, en este caso, en la elevada repercusión de la revista donde se publican los resultados. “Con datos nuevos, cambia la historia, y ha merecido la pena”, constata el científico.
Un campo magnético “incontrolable”
Su proyecto Leonardo se centra principalmente en una época muy anterior, de hace 600 millones de años. En aquella época existía un continente que, según se cree, realizó un movimiento muy sorprendente. “Pero se mueve de una manera tan rara y lo hace tan rápido que hace pensar que, quizá, el continente realmente no se movió, sino que los resultados que vemos se deban a un movimiento del campo magnético”, advierte Pastor Galán. Las posiciones de los continentes de hace millones de años se deducen a partir de los campos magnéticos, que pueden fluctuar a lo largo del tiempo. Según explica el investigador, se sabe que, hace 168 millones de años, hubo un periodo de entre 20 y 25 millones de años en el que la polaridad se volvió “incontrolable”, variando cada 5.000 años, y la intensidad del campo magnético era cercana a cero, es decir, prácticamente se apaga.
Lo mismo ocurrió hace 400 millones de años, y el proyecto Leonardo pretende dilucidar si también se produjeron estas grandísimas variaciones hace 600 millones de años. Este momento coincide con la aparición repentina de un gran volumen de seres multicelulares en el registro fósil, y el científico aventura que estos dos sucesos podrían estar relacionados. “Si se apaga el campo magnético, a la Tierra llega mucha radiación procedente del viento solar. Esa radiación puede ocasionar una cantidad enorme de mutaciones en el código genético y, aunque lo normal es que las mutaciones exageradas sean incompatibles con la vida, algunas de ellas habrían sido positivas para sobrevivir y pudieron haber propiciado la generación de vida compleja”, apunta el investigador, que ha tomado muestras en Noruega y en Irlanda para averiguar el comportamiento del campo magnético en esta época.
En busca del continente perdido
En su próximo proyecto, trata de “recuperar el continente perdido” hace 500 millones de años. Entonces, más de la mitad de Asia y de Australia no existían sino que surgieron después, y esta ausencia se ve reflejada en los mapas que se elaboran cuando se reconstruye la posición de aquellos antiguos continentes. Sin embargo, se cree que la masa total de continentes es constante desde hace 3.000 millones de años, de modo que la masa correspondiente a la mitad de Asia y de Australia tenía que haber existido ya entonces. “¿Dónde estaban esas masas? —pregunta Pastor Galán—. Pueden ser trozos grandes o pequeños, pero si me falta un fragmento tan grande es que mi reconstrucción está mal”. El proyecto de la Agencia Estatal de Investigación que obtuvo poco después de la Beca Leonardo le permitirá avanzar en el estudio de estas masas continentales.
El investigador afirma que las rocas que él ha empleado para reescribir la historia de un océano han encontrado además una utilidad práctica en la captura de carbono geológica, gracias a estudios similares al suyo que han desvelado propiedades clave. Estas mismas rocas, además, liberan hidrógeno al reaccionar con el agua, y este hidrógeno es el que actualmente se conoce como “hidrógeno verde” y que muestra un gran potencial para generar energía limpia.
Sin embargo, su motivación es puramente básica: “Nos gusta saber cómo funciona la Tierra”, resume. “Para ello, hay cosas que podemos estudiar en escalas de tiempo humanas, como la meteorología. Pero otras no funcionan a escala humana, como el movimiento de los continentes, y solo las podemos conocer reconstruyendo cosas que pasaron hace muchos millones de años”.