Miguel Ángel del Arco: “La hambruna en España tuvo un claro sesgo político y fue una forma de remarcar la victoria sobre los vencidos”
No era un secreto, pero tampoco existía un registro oficial de la hambruna que España vivió los años que siguieron a la Guerra Civil. Durante décadas, los libros de historia recogieron eufemismos como “años de muchísima dificultad”, “de hambre” o “de carestía” para hablar de la posguerra. Miguel Ángel del Arco Blanco reparó en la proliferación de estas menciones y sugirió una hipótesis: que aquellos años se había producido una hambruna homologable a las que tuvieron lugar en Europa en los siglos XIX y XX. Con la ayuda de la Beca Leonardo, obtenida en 2020, el profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada inició una investigación que desemboca ahora en la publicación del ensayo La hambruna española (Editorial Crítica), en el que desgrana por primera vez los mecanismos del régimen franquista para controlar y castigar a la población mediante el hambre.
30 octubre, 2025
P.- ¿Por qué ha costado tanto “descubrir” que hubo una hambruna española mientras existían tantas pistas en archivos, documentos y testimonios?
R.- La hambruna fue negada y silenciada por el franquismo y, hasta que los historiadores no empezamos a derribar los mitos de este régimen, ha sido imposible plantearse siquiera su existencia. Tras visitar 20 archivos, realizar una veintena de entrevistas orales y consultar multitud de documentos de la época, lo he demostrado. Considero que es un paso importante, pero habría sido imposible sin la contribución de muchísimos historiadores de distintos ámbitos (económico, científico, médico, cultural, antropológico) que me precedieron y cuyos trabajos han sido clave.
P.- ¿Cómo se define una hambruna en términos científicos y en qué se diferencia de un periodo de carestía?
R.- Es distinto definir una hambruna actualmente a hacerlo en un contexto histórico. Hoy la FAO propone una definición muy moderna que no nos sirve para el pasado, ya que tiene en cuenta como parámetro las kilocalorías consumidas. Así que, por ejemplo, en una hambruna medieval, eso sería imposible de identificar. Por ello, escogí adoptar la definición que acuñó el historiador irlandés Cormac Ó Gráda, uno de los teóricos más importantes de la gran hambruna irlandesa del siglo XIX. Él considera que la hambruna se produce cuando hay una escasez de alimento, o un aumento importante del coste de la vida, que a su vez provoca un aumento de muertes por inanición, o por causas derivadas de la desnutrición.
P.- ¿El aumento del coste de la vida puede desencadenar una hambruna?
R.- Sí, muchas veces las hambrunas no están únicamente ligadas a cosechas devastadoras, sino que tienen que ver con el aumento de los precios motivados por decisiones humanas. Hace poco vimos esto en Gaza: no es que faltara el alimento, sino que la gente no podía adquirirlo. Y lo mismo pasaba con las muertes: la mayoría sucedían por causas derivadas de la malnutrición, como enfermedades frecuentes cuando el sistema inmunológico se deprime.
P.- ¿Has podido cuantificar el número de muertes que hubo durante la hambruna en España?
R.- Durante la hambruna del 39 al 42 he contabilizado 200.000 personas, que ya se han incluido, tras mi investigación, en la base de datos oficial de hambrunas globales a lo largo de la historia. Luego, en el 46, hubo una segunda fase de la hambruna en la que murieron unas 20.000 personas. Estas cifras superan con creces algunas hambrunas registradas con mucha anterioridad, como la hambruna holandesa del “invierno del hambre” del 44-45, en la que solo murieron 20.000.
P.- ¿Cuál es la conclusión principal tras tu investigación?
R.- Fundamentalmente que esto no tuvo por qué haber sucedido, que fue provocado por decisiones humanas, y, más en concreto, por la política autárquica adoptada por el régimen de Franco después de la Guerra Civil. Al igual que, durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis pusieron en marcha un plan del hambre en el frente este, o los ingleses iniciaron una política de bloqueo en Grecia que provocó la Gran Hambruna Griega, el régimen franquista utilizó el hambre como arma contra las personas disidentes.
P.- ¿Cómo controlaba el régimen a la población con este arma?
R.- La hambruna jugó un papel político importantísimo: el régimen controlaba la alimentación, quién comía y quién no, principalmente a través de las cartillas de racionamiento. Esto hizo que aquellos que eran cercanos al régimen (miembros del ejército, de la Falange, de la Iglesia, ministros) no tuviesen ningún problema en superar el hambre. Incluso se enriquecieron, porque controlaban el alimento y, a través del extraperlo, aumentaron su capital considerablemente.
Por contrapartida, la hambruna castigó especialmente a los republicanos (muchos seguían en cárceles o campos de concentración donde las raciones eran miserables) y a las clases bajas. Un ejemplo muy conocido de esta escasez selectiva hacia los disidentes es el del poeta Miguel Hernández: cuando estuvo en la cárcel estaba obsesionado por el hambre, tuvo tifus y después tuberculosis, por lo que acabó falleciendo. La hambruna tuvo un claro sesgo político y fue una forma de remarcar la victoria sobre los vencidos.
P.- ¿Hubo algún tipo de resistencia o protesta a estas políticas del hambre?
R.- Sí, la gente no permaneció impasible, sino que intentó sobrevivir y luchó contra el hambre. Por una parte a través de estrategias como el pequeño extraperlo, contrabando o a través de los robos, los llamados “hurtos famélicos”. Pero también se puso en práctica una red de ayuda y de solidaridad: por ejemplo, gente que se prestaba comida o que se fiaba en las tiendas, e incluso personas que hacían la vista gorda cuando veían que estaban robándole comida en los campos y no denunciaban a la Guardia Civil.
P.- ¿Hubo diferencia en el impacto de esta hambruna entre el medio rural y urbano?
R.- Aunque en el campo había más alimento, ya que se producía allí, en las ciudades había más cantidad y variedad de productos enviados para el racionamiento, y era más fácil acceder a ciertos productos mediante el mercado negro. En el campo, los pequeños propietarios siempre tenían algo que comer, pero muchos jornaleros no, ya que sus salarios eran muy bajos respecto al coste de la vida, y algunos eran antiguos republicanos a los que no se quería dar trabajo. En los documentos internos que hemos encontrado, se ve que el régimen, con la idea de que allí habría más alimento, no enviaba tantos bienes racionados al campo. Esa fue también una de las razones del gran éxodo rural que hubo en los años cuarenta hacia las ciudades, que hasta ahora ha permanecido un poco oculto.
P.- Antes has comentado que, en el marco de la investigación, has realizado una veintena de entrevistas. ¿A quién y cómo has planteado tu investigación a nivel metodológico?
R.- La mayoría de las personas a las que he entrevistado son mujeres, muchas viudas, mujeres de negro, que habían perdido a sus maridos. Ellas estaban en contacto con los alimentos, ya que los preparaban en la cocina. En el libro estudio la hambruna desde distintos aspectos históricos: las relaciones internacionales, la medicina, la economía, la industria, la agricultura, e incluso la antropología, por ejemplo, para hablar de la elaboración de platos durante la hambruna o del consumo de ciertos animales que antes no se comían. Pero creo que en el centro de todo debe estar la historia social, que cimenta todos esos aspectos, y que incluir estos testimonios añade un valor cualitativo esencial.
P.- ¿Se manifiesta de alguna forma esta hambruna en nuestro imaginario colectivo como país?
R.- Me sorprendió mucho encontrar menciones a ella en toda nuestra literatura reciente, desde Camilo José Cela hasta Almudena Grandes. Me di cuenta de que esta memoria del hambre se iba transmitiendo de generación en generación. Por ejemplo, Grandes contaba que, cuando se caía un trozo de pan al suelo, su abuela lo cogía, lo besaba y lo volvía a poner en el cesto. También está presente de forma implícita en las costumbres, por ejemplo, en la idea de no dejar nada en el plato, en esa forma que tienen nuestras madres y abuelas de llenar la despensa o en las expresiones frecuentes como “come ahora por si falta luego”.