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Entrevista a Tània Balló, Beca Leonardo 2023 en Artes Plásticas y Arte Digital

“El reverso de una obra es como su pasaporte: nos marca una trayectoria para restituir la autoría de las piezas anónimas”

A la investigadora y cineasta Tània Balló siempre le han intrigado las figuras y las zonas poco visibles de la historia cultural y social. Durante la preparación de su última película documental, El museo invisible (2022), tuvo la oportunidad de visitar los almacenes de varios museos españoles. A medida que se iba documentando sobre estos espacios, fue descubriendo la existencia de varias obras catalogadas como “anónimas” dentro de las colecciones de arte moderno, un periodo en el que la ausencia de autoría se considera anómala. Poco a poco, fue constatando que la presencia de este tipo de obras no era aislada, sino que se repetía en cada uno de los museos que visitaba. En 2023, recibió una Beca Leonardo en Artes Plásticas y Arte Digital para realizar el proyecto Las anónimas. En este, Balló analiza un conjunto de obras sin firma con el objetivo de reconstruir su relato y, en algunos casos, recuperar su autoría.

26 junio, 2025

Perfil

Tània Balló Colell

Pregunta.- ¿Qué te llevó a inciar un proyecto de recuperación del relato, de la autoría y de contextualización de las obras anónimas de los museos españoles?

Respuesta.- Acostumbrada a moverme con soltura en ámbitos donde la invisibilidad es la norma, empecé a hacerme preguntas y a querer saber más sobre el conjunto de estas piezas y su casuística. Pronto pude evidenciar que su condición de anónimas, salvo alguna excepción, las condenaba al ostracismo. La lógica es que, ante la ausencia de un relato que las contextualice, las posibilidades de «verse vistas» son remotas. Lo cual tampoco es de extrañar, dada la razón histórica de las salas permanentes de los museos, que se sustentan en presencias visibles, conocidas y canónicas: ante esa lógica, una pieza sin relato no tiene cabida. Y es precisamente esa ausencia de relato, sus razones y consecuencias, lo que despertó mi interés e impulsó este proyecto.

P.- ¿Cómo suele ser tu proceso de identificación y de contextualización de las obras?

R.- Tengo establecido un protocolo que se ha ido conformando a partir de años de investigación. Este se adapta dependiendo de la tipología de la figura u objeto motivo de mi indagación. Obviamente, no es lo mismo documentarme para conformar una biografía, como en el caso de proyectos anteriores como las exposiciones Las Sinsombrero o Mujeres en guerra, que seguir el rastro de una obra. Pero sí hay una base que se asemeja: en ambos casos se trata de reconstruir una vida. En este proyecto de Las anónimas, se trata de reconstruir la trayectoria de una obra de la que tenemos solo una información veraz: su localización actual, el museo.

P.- Y a partir del museo, ¿cómo empiezas a investigar?

R.- Lo primero es pedir a la institución toda la información que se conserva de la obra y una imagen en alta resolución tanto de su anverso como de su reverso, si es que esta última existe. El reverso de una obra es como su pasaporte: si existen etiquetas, nos marcan una trayectoria. Esa información, valiosísima, a veces no se contempla en los registros archivísticos de los museos, justamente porque estas piezas no han sido objeto de una documentación exhaustiva, debido a su condición de anónimasTomar conciencia de ello me obligó a acelerar los permisos para poder filmar las obras in situ, con el fin de poder explorar sus reversos. En muchos casos, ese gesto hizo aflorar información que me permitió empezar a trazar una línea cronológica, un hilo del que tirar.

P.- ¿Y en el caso de que el reverso de la obra no contenga ninguna información?

R.- En esos casos, la información que posee el museo sobre cómo ingresó la obra es fundamental. Por ejemplo, esto pasó con la obra Las bañistas, perteneciente a la colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. De este cuadro solo se tenía el registro que indicaba que había ingresado en la colección del Museo de Arte Moderno (MAC) a partir de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936. Ese dato resultó ser importante, porque nos daba un origen, un lugar por donde empezar. Lo siguiente es empezar a revisar catálogos, archivos, hemerotecas, bibliografías. La cronología de la investigación va tomando forma: una cosa te lleva a la otra.

P.- ¿Cuáles son los posibles obstáculos en la investigación?

R.- Tienes que tomar conciencia de que a veces hay certezas que debes poner en duda, por ejemplo, el propio título de la obra. En el caso de las anónimas, es muy común que los títulos registrados no sean los originales. Al no haber una información contrastada sobre el origen de la obra, muchas veces esos títulos son fruto de la necesidad del personal del museo de introducir una denominación en el momento de su registro.

P.- ¿Y cómo procedes para recuperar el título original?

R.- Esto pasa la mayoría de las veces. Debes prestar atención a la temática , a las medidas, al estilo y a la técnica pictórica: esos datos se convierten en tu única referencia. Es una investigación compleja, muy minuciosa, y donde a veces la intuición es importante. A partir de ahí, y con la colaboración de los equipos de registro de los museos, empieza realmente una tarea detectivesca, con el fin de rastrear toda la vida de la obra hasta poder llegar —si es posible— al momento de su creación.

P.- ¿Cómo elaboraste la selección inicial de los cuadros?

R.- No fue una elección fácil. Centré mi investigación en una etapa muy concreta: arte moderno, más o menos de finales del XIX, mediados del XX, aunque sabemos que las temporalidades en la historia del arte son siempre discutibles. En este marco temporal la no presencia de firma se considera una anomalía. Lo primero que hice fue pedir la lista de las obras anónimas en cada uno de los museos motivo de mi investigación y con ello la información que tenían sobre ellas. La elección fue una mezcla entre el interés artístico y los datos existentes. A la vez intenté seleccionar obras que me permitieran hacer un muestreo variado, lo más amplio posible, sobre el motivo de ingreso en los museos: donaciones, incautaciones durante la guerra, piezas indocumentadas, y por último, obras firmadas por autores conocidos, pero cuyas firmas resultaron ser apócrifas, tras realizar un estudio ulterior, por lo que pasaron a catalogarse como anónimas.

P.- ¿Cuáles han sido tus hallazgos más importantes?

R.- De lo que me siento más orgullosa es de poder constatar que hay un relato alrededor de las obras anónimas, y que si pudiéramos estudiar con detenimiento cada una de ellas, nos llevaríamos algunas sorpresas. Ha sido el caso de tres obras en concreto: Las bañistas, Las chicas de Claudia y Fiesta andaluza, que se conservan en el MNCARS, MNAC y el Museo de Navarra, respectivamente. Sin poder aún desvelar el resultado final por estar las tres en estudio por parte de los museos, a partir de la documentación aportada como resultado de esta investigación, sí puedo contar que en los tres casos estamos cerca de restituir su autoría y poder incorporar un relato sobre estas piezas. 

P.- ¿Por qué es importante identificar y dar relato a las obras anónimas en España?

R.- Porque también forman parte de nuestro patrimonio. Pero más allá de una sentencia apasionada, visibilizar la historia de los anónimos, darles un relato, es también una manera de hablar de nuestros hábitos de creación y consumo cultural, y una forma de entender la historia de cómo se han conformado las colecciones de muchos museos. 

P.- ¿Es relevante para nuestra memoria colectiva?

R.- Muchísimo, porque en muchos casos esas obras anónimas nos hablan también de sectores sociales que no se sienten legitimados para mostrarse con fuerza como autores o autoras, y esas circunstancias también deben ser motivo de estudio, porque dicen mucho de nuestras características sociales y colectivas. 

P.- Como cineasta, ¿por qué decidiste centrar tu trabajo en el ámbito de las artes plásticas?

R.- Hace tiempo que he asumido que tengo un perfil laboral poliédrico. Soy cineasta, escritora, investigadora, curadora. Pero si se mira en detalle mi trayectoria, se puede ver que, en el fondo, me muevo por temas de interés sobre los que me aproximo desde distintos lenguajes. Mi interés por las obras anónimas surge a partir de mi documental El museo invisible. Llevaba mucho tiempo dedicada a la recuperación de biografías femeninas en el ámbito cultural, social y político, y aunque sigo en esa línea de trabajo, me apetecía introducirme en otros ámbitos. El mundo de las bellas artes no me es para nada ajeno, no solo por mi trabajo, sino también por un interés intelectual. 

P.- ¿Qué otros proyectos del mundo de las bellas artes habías desarrollado en el pasado?

R.- Durante mi investigación para llevar a cabo la exposición de Las Sinsombrero (Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, 2022, Madrid), tuve la oportunidad de tomar conciencia de la magnitud de los almacenes de los museos, de la existencia de obras que permanecían invisibles para los visitantes por distintos motivos. Eso despertó mi curiosidad: quise saber más sobre esos espacios y las historias que allí se escondían. Como ya he comentado, las razones de la invisibilidad me atraen mucho. De esa inquietud surgió también el documental El museo invisible y, de ahí, este trabajo de investigación que, a la vez, también se está convirtiendo en una pieza audiovisual donde se muestra, con una mirada autoral, todo el proceso y sus resultados.

P.- ¿Cómo planteas la difusión de tus hallazgos en el futuro?

R.- Espero que precisamente esa pieza audiovisual, transformada en el corto Las anónimas, pueda ir a festivales de cine. También que, una vez se certifiquen todas mis sospechas sobre la autoría de algunas piezas, pueda hacer público el resultado. Por último, me gustaría en un futuro realizar una exposición para abordar el motivo de esta investigación y sus resultados, que explore cómo miramos una obra de arte sin tener ninguna información que nos condicione la mirada.

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