FIRMA INVITADA
Hacia una mayor diversidad lingüística en las películas y series de televisión
Ana Llopis Cardona es profesora titular del Departamento de Filología Española de la Universitat de València, especialista en pragmática y español coloquial. Es autora de COLFI (Corpus Oral de Coloquialidad Ficticia), el primer corpus de transcripciones de películas y series de televisión españolas, llevado a cabo gracias a la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales (2023). En esta firma invitada, hace un análisis de la evolución del español en ficciones audiovisuales, centrándose en la cuestión de la homogeneización de la lengua.
27 noviembre, 2025
El acento neutro, y en cierta medida el español europeo neutro, ha ido perdiendo su hegemonía en la ficción fílmica y televisiva. En la última década hemos asistido a una proliferación de películas y series de televisión no solo ambientadas en distintas regiones de España, sino cuyos personajes simulan el habla dialectal de estas zonas, es decir, emplean pronunciaciones, entonación, algún rasgo gramatical característico y voces o expresiones propias. El avance ha sido notorio en las series de televisión, como se aprecia en la andaluza Malaka (2019) o la gallega El desorden que dejas (2020), entre muchas otras. Películas como Quien a hierro mata (2019) o Mi gran despedida (2020) serían también un ejemplo reciente de esta tendencia. En estas producciones, se recurre a actores y actrices autóctonos o, en su defecto, reciben las orientaciones de asesores lingüísticos para que los dialectos suenen naturales.
No cabe duda de que se trata de hablas estilizadas que no representan una copia fiel de las variedades dialectales, pero ciertamente las hacen visibles. Este uso dota a las historias de mayor color local y, por tanto, aumenta su autenticidad o verosimilitud. A su vez, la exposición a una mayor variedad de estilos de habla puede contribuir a reconocer su riqueza y valorar lo que tradicionalmente se ha subestimado.
En la «ideología de la autenticidad» o de las variedades en la que estamos inmersos resultan lejanas las películas y series televisivas en las que se escuchaba un habla urbana y correcta como modelo a imitar. En estas producciones la representación dialectal se reducía a un lenguaje rural, que era empleado para caracterizar al cateto de pueblo, creando un efecto cómico por su falta de habilidades y por contraste con otros personajes más resueltos. Personajes como Orencio, interpretado por José Luis Ozores en Ahí va un recluta (1960), o Saturnino, encarnado por José Sacristán en Novios 68 (1967), ilustran este tipo de habla caracterizada por el uso de apócopes, junto a una articulación particular, rasgos con los que se singularizaban o ridiculizaban estos personajes. Sin duda, el máximo exponente de esta estilización del lenguaje rural puede observarse en los personajes interpretados por Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí (1967) o Abuelo made in Spain (1969), cuyas intervenciones reproducen un aragonés estilizado no exento de significado ideológico sobre el mundo rural.
En las últimas décadas del siglo XX, fueron entrando en escena personajes procedentes de distintas zonas del territorio español no tanto con una intención humorística, sino antes bien con el fin de caracterizar a los personajes por su distinta procedencia –caracterizaciones en las que afloran estereotipos–. Así ocurre en Farmacia de Guardia (1991-1995) o en Médico de familia (1995-1999) con las sevillanas Queen y Juani, que se distinguirían por ser foráneas, tanto por su habla como por su forma de ser. En otras series parece haber menor contraste y asimetría entre personajes debido a que los personajes de habla dialectal son precisamente protagonistas, como vemos en Chicas de hoy en día (1991), serie en la que las protagonistas, Nuri y Charo residen en Madrid, pero proceden de Barcelona y Sevilla respectivamente.
El realismo lingüístico de corte dialectal fue ascendiendo peldaños al ambientar las historias en regiones marcadas dialectalmente y menos habituales en la pantalla. Se muestra en películas como Solas (1999), situada en Sevilla, Los lunes al sol (2002), en Vigo o Atún y chocolate (2004), en Barbate. Este cambio de paradigma fue más temprano con respecto al español de América utilizado en las producciones españolas desde las últimas décadas del siglo XX, cuando se comenzó a optar por interpretaciones más auténticas a cargo de nativos, sin necesidad de imitar acentos, como se había llegado a hacer. Además, se ha ampliado de forma notable la representación de personajes procedentes de distintos países de América –ya no son solo de origen argentino–, en consonancia con el flujo migratorio. Se refleja bien en Flores de otro mundo (1999), con los personajes de Patricia y Milady, interpretados por la dominicana Lissete Mejía y la cubana Marilyn Torres.
Otra cara del realismo lingüístico tiene que ver con el uso de otros idiomas. Durante varias décadas, su pasajera presencia servía para caracterizar a los personajes extranjeros, como en El verdugo (1963) o Abuelo made in Spain (1968), a personajes españoles de perfil snob, como Mery en El pisito (1958) o de clase alta, como don Felipe en Novios 68 (1967). Este tratamiento contrasta con el de producciones más recientes, que muestran a profesionales españoles comunicándose en inglés o en otros idiomas, como las españolas residentes en Alemania en El olivo (2016), acorde con la realidad sociolingüística actual. Algunos filmes sociales incluyen también lenguas africanas o, como ocurre en El truco del manco (2008), el español hablado por inmigrantes marroquíes residentes en España. Por otra parte, la aparición de las lenguas cooficiales se limita en general a voces o expresiones más o menos típicas con las que se caracterizan personajes y situaciones; rara vez se reproducen diálogos de bilingüismo real, salvo algunas excepciones (O que arde, 2019; As bestas 2022). Una cuestión distinta concierne a las películas rodadas en catalán, vasco o gallego, que están cosechando magníficos logros.
Al contrastar la diversidad lingüística en la ficción fílmica y televisiva en relación con la realidad lingüística de la sociedad española actual, podemos apreciar notables avances en su traslación a la pantalla a la vez que un margen de mejora, que apunta a una mayor presencia de las lenguas cooficiales en las versiones en español y una representación más lograda de los dialectos. Visibilizar esta realidad no debería ser solo una cuestión de verosimilitud escénica, sino también una forma de reconocer el valor de estos lenguajes y de quienes los hablan.
En tiempos en los que la Inteligencia Artificial generativa supone una amenaza para la creación de guiones, esta vasta diversidad lingüística, reflejada cada vez más en películas y series de televisión, deja a las aplicaciones inteligentes sin opciones reales de conseguir una tentativa aceptable. Solo un talento artístico, conocedor de la realidad sociolingüística y de sus variedades, es capaz de plasmar en los diálogos esa diversidad con acierto y maestría.