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Este proyecto Leonardo ha visto la luz en el libro ‘Punto contra punto. Una teoría de la música en la literatura’

Rodrigo Guijarro desvela las maneras en que la narrativa literaria se dota de música para ampliar su alcance

No es infrecuente que se atribuyan a un relato rasgos como el de ser “una obra coral” o contar con pasajes que tienen “la fuerza de una sinfonía”. Pero ¿es posible dotarse de herramientas que fijen de manera rigurosa y sistemática los patrones con que la literatura imita a la música? Esto es lo que Rodrigo Guijarro ha logrado a través de la investigación realizada gracias a una Beca Leonardo 2021 en Humanidades y que ha dado lugar al libro Punto contra punto. Una teoría de la música en la literatura, publicado por Iberoamericana Veuvert.

26 abril, 2023

Perfil

Rodrigo Guijarro Lasheras

Becario Leonardo en Humanidades (Literatura)

“El objetivo de este proyecto”, explica Guijarro, profesor ayudante doctor en el Departamento de Literatura Española y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Valladolid, “es responder a la pregunta de si una novela puede trabar relación con la música no solo hablando de ella sino -incluso aunque la música no sea el tema principal o apenas esté presente- si puede imitar o reproducir patrones, elementos, estructuras o técnicas provenientes de la música. En Punto contra punto, no solamente se analizan una serie de obras literarias bajo el prisma de su relación con formas musicales, sino que se establece un amplio abanico de conceptos y la metodología que permite una interpretación fundamentada de los mecanismos que rigen este vínculo y que son de gran utilidad para una interpretación diferente y más profunda de muchos textos y autores, entre otros Cortázar, Mann o Joyce”.

Con este fin, Guijarro establece, por primera vez en el ámbito hispano, categorías que permiten ver, sistematizar y definir los distintos modos en los que puede darse esa correlación, es decir, lo que se toma de la música y cómo se vierte al texto literario. Una de estas categorías es la analogía estructural, para explicar la cual Guijarro pone como ejemplo la novela Music, in a Foreign Language, del escritor escocés Andrew Crumey. “Está estructurada en 31 capítulos, con la singularidad de que el primero es el número cero. ¿Por qué 0 en lugar de 1? Porque es una imitación de la estructura de las variaciones Goldberg de Bach, que tienen un aria inicial y 30 variaciones sobre esa aria. El capítulo 0, en este caso, es la base a partir del cual todo lo demás, en la novela, es una variación. Esto obliga a leer la obra de una manera completamente distinta y a tener en cuenta que lo que aborda cada capítulo es en realidad una variación de lo que te han contado en el cero. Cambia así la interpretación de la novela… y de ahí su interés”.

Otra de las maneras en que la prosa adopta maneras musicales se aprecia en Concierto barroco, de Alejo Carpentier. “En cuanto empiezas notas la repetición del sonido “plat”, con términos como “platos”, “plata”, “plateados”… Estas aliteraciones pretenden que te centres más en el sonido de las palabras que en su significado, como si en lugar de leer una novela estuviéramos empezando a escuchar un concierto, que es precisamente el título de la obra”. En otras ocasiones, la trabazón de la literatura con la música se ejecuta a través del ritmo, señala Guijarro: “La guaracha del Macho Camacho, escrita por Luis Rafael Sánchez y que es ya un clásico contemporáneo latinoamericano, es una imitación de un tipo de música popular de Puerto Rico, a través de frases que repiten las mismas palabras o se acentúan en el mismo sitio. Así, se genera en el lector la sensación de estar oyendo esa música, como si la tarareara silenciosamente en su cabeza mientras lee, y el texto se impregna de las connotaciones que le atribuye a ese género musical popular”.

Suena la música, se despliega la trama

Entre las contribuciones de Guijarro a este campo está la denominada “analogía de contenidos imaginarios”. “Se produce un paralelismo entre lo que pasa en la novela y lo que sucede mientras suena la música a la que alude el texto: entran varios instrumentos y lo hacen también varios personajes; aparece un acorde muy disonante y sucede algo en la historia que tiene que ver con una disonancia; el personaje principal se va a otro país y eso se corresponde con que la música modula de una tonalidad a otra…”, aduce Guijarro. “Este recurso permite al lector tener en mente la obra musical mientras se desarrolla la acción, recrearse en la correspondencia entre ambas y reinterpretarlas a través de ese paralelismo”. ¿Un ejemplo? “El invierno en Lisboa, de Antonio Muñoz Molina, es un caso de este tipo de imitación de la música, del jazz en particular, pues una parte de la historia es una recreación de los temas que van sonando”.

Este proyecto Leonardo ha servido también para establecer por primera vez la categoría de las “analogías gráficas”, que adquiere manifestaciones diversas. “En Sound, del estadounidense T. M. Wolf, el narrador aumenta el tamaño de la letra cuando la música, el ruido o las palabras que oye el protagonista le llegan a un volumen muy alto, mientras que en el caso contrario el cuerpo disminuye hasta el punto de que casi hay que coger una lupa para saber qué dice el texto. Así se reproduce y se transmite mejor la experiencia auditiva del protagonista o el esfuerzo que tiene que hacer para oír lo que le llega muy bajo”.

Guijarro hace notar, por otra parte, que “una de las aspiraciones frecuentes en las obras que imitan la música es la simultaneidad, porque la música permite que escuchemos a la vez varias voces, mientras que en la literatura solo podemos leer frases sucesivas. La polifonía en literatura es siempre una metáfora. Hay novelas que tratan de recrear en la mente del lector esa simultaneidad de hechos o voces y, para ello, disponen el texto como si se tratara de una partitura, de forma que una frase o palabra que el escritor sitúa arriba tenemos que leerla a la vez que la que coloca más abajo. De modo similar a como una partitura muestra cuatro notas que se tocan al tiempo, en la página pueden aparecer, a distintas alturas, cuatro frases que tenemos que leer conjuntamente”.

La historia en un vinilo

Algunas novelas toman prestada de la música el contenedor o, en términos técnicos, la “superestructura musical, es decir, formatos que por convención asociamos a la música, como el disco, el casete, la cara A y la cara B… En El tiempo es un canalla, novela de Jennifer Egan que ganó el Pulitzer en 2011 y se divide en una cara A y una cara B, cada capítulo es un tema de un supuesto vinilo; y las historias, aunque independientes, forman una unidad, como ocurre en un álbum conceptual. El invierno del descontento, de Thomas B. Reverdy, se presenta como una recopilación de canciones de pop, rock y punk de la Inglaterra de Margaret Thatcher, la época en que se desarrolla la vida de la protagonista, y el hecho de que cada capítulo sea una canción de un grupo distinto tiene implicaciones muy relevantes sobre el modo en el que progresa la historia”.

Los recursos musicales proporcionan a la narrativa literaria una ampliación de sus fronteras. “Muchos autores acuden a la música con la idea de buscar los límites del lenguaje, que no es capaz de expresarlo todo. La música, en cambio, logra transmitir lo que el lenguaje no puede llegar a nombrar”, razona Guijarro. Este préstamo puede llegar incluso a la lógica interna: “A veces nos encontramos con un monólogo interior -recurso muy habitual en literatura- que nos resulta, de entrada, chocante o incomprensible, pero que, cuando se lee con una lógica musical, se descubre una manera de estructurar el discurso que da cohesión a lo extraño. Esto sucede porque las artes tienen más relación de lo que a menudo pensamos, y constituyen en muchos aspectos un continuo fluido”.

Todas las obras estudiadas por Guijarro “se pueden leer sin atender al aspecto musical y tienen sentido, pero perdiendo una parte fundamental, un ingrediente muy sabroso. La música proporciona un nivel de lectura adicional que hace crecer la obra en dimensiones muy relevantes y que además nos da claves sobre qué es lo que nos resulta tan valioso de la experiencia de escuchar música”, concluye.