En el 40 aniversario de la victoria del PSOE, publica la novela ‘Un tal González’, fruto de una Beca Leonardo

Sergio del Molino: “Uno de los graves problemas que tenemos en la democracia actual es darla por supuesto”

“Uno de los rasgos de mi trayectoria es la preocupación por el legado: entender por qué este país es como es y por qué vivimos como vivimos. Y así reparé en un vacío: Felipe González es una figura histórica fundamental que no ha sido tratada de forma narrativa”, razona Sergio del Molino. El escritor subsana esa carencia con Un tal González, novela escrita gracias a una Beca Leonardo y publicada por Alfaguara.

14 octubre, 2022

Perfil

Sergio del Molino

Un tal González ha visto la luz en el mes del 40 aniversario de las elecciones en las que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) obtuvo una holgada mayoría absoluta, con Felipe González como secretario general. El político sevillano fue elegido presidente del Gobierno, cargo que ocuparía durante los trece años y medio siguientes, el período más largo de un jefe de Gobierno de la democracia en España.

La idea de la novela con la que Del Molino concurrió a las Becas Leonardo surgió de su interés en “abordar la grandeza de la grandeza histórica de Felipe González antes de que fuera demasiado evidente; antes de que muera, y con los años, todo el mundo coincida en que ha sido una figura crucial que ha transformado España. Hoy es un personaje problemático, que no despierta un acuerdo generalizado y que incluso provoca muchos rechazos. Por eso me parece mucho más interesante abordarlo ahora”.

Y lo hace con un producto híbrido: “El libro es una novela basada en hechos reales, es decir, funciona exactamente igual que una novela histórica. Está pensada para leerla como una ficción, pero al no ser un personaje histórico ya periclitado, sino también actual, aparecen personajes, recuerdos y vivencias que muchos lectores van a reconocer como propias. Y, en ese sentido, es una novela rara”.

Aunque narrativa y ensayo se suelen entremezclar en las obras de Sergio del Molino -“es un poco marca de la casa”, sonríe- “la técnica que he empleado en Un tal González es muy novelística, con un narrador omnisciente, que soy yo, pero que me escondo mucho más que en otros libros. Dejo que la historia hable y fluya a lo largo de todo el libro, desde el año 69 hasta 1997, cuando dimite como secretario general. Todo eso está contado de forma novelada y entre medias voy introduciendo mi aproximación como narrador a la presencia física de Felipe González, desde que le veo en la tele o en un escenario hasta que finalmente me encuentro con él”.

Un periodo histórico clave

Las páginas de la novela recorren el nada fácil camino de España desde la dictadura de Franco hasta la consolidación de la democracia. “La Transición es una especie de milagro que ha sucedido en muy pocos países y que es un hito generacional”, valora Del Molino. ”Supone una prueba colectiva de madurez. Vivíamos en un momento muy sangriento, unos años de plomo, condicionados por sucesivas crisis políticas y una profunda crisis económica; unos años de incertidumbre donde todo apuntaba a un fracaso estrepitoso. Y, sin embargo, hubo una clase política y una sociedad que se sobrepusieron a ese contexto profundamente negro y parieron una democracia inverosímil, por la que nadie apostaba y en la que no creía tanta gente como ahora dice que cree”.

El escritor no oculta que “el libro se justifica en parte por esta percepción. Me parece que el tratamiento condescendiente y agresivo que mi generación, los nacidos ya en democracia (yo nací en el 79), ha tenido con la generación de sus padres, la que hizo la Transición, tiene un punto de crueldad injustificada. La Transición es una cosa única en la historia de España: no sucedió antes y no creo que vuelva a suceder nunca nada así; y creo que esta generación merece, por lo menos un “¡gracias!”. No hace falta que les pongamos bustos en las calles, pero sí un pequeño reconocimiento”.

Del Molino no es partidario de extraer lecciones de la historia -“cada época tiene sus retos y debe afrontarlos desde lo contemporáneo, no a base de recetas del pasado que seguramente no funcionen en el presente”- pero considera, con todo, que “si algo podemos aprender de aquella época es la conciencia de la fragilidad. Lo que nosotros damos por hecho -la democracia, la libertad y la prosperidad en las que hemos crecido- la generación de la Transición no lo tenía, de modo que no lo daba por supuesto. No tenían asegurado que nada fuera a salir bien, ni que el país fuera a encaminarse por donde lo hizo. Esa incertidumbre marcaba mucho su acción política y les hacía muy conscientes de lo peligroso que es echar a perder las cosas por pequeñeces. Recuperar parte de esa conciencia de la fragilidad sí que nos podría ayudar mucho, es decir, saber que la democracia no nos la regalan y que puede destruirse”.