FIRMA INVITADA

Recuperar el patrimonio de la música popular española a través de las ‘jam sessions’ barrocas

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DANIEL PINTEÑO

El violinista y musicólogo Daniel Pinteño obtuvo una Beca Leonardo en 2019 para recuperar y grabar las cantadas del compositor español Antonio Literes, escritas hacia 1720-1730 e inéditas hasta la entonces. Su interés en rescatar el patrimonio histórico le llevó después a preguntarse por la música que sonaba en aquella época más allá de los ambientes cultos. Junto con la formación musical barroca Concerto 1700, fundada por él mismo, emprendió un proyecto de jam sessions barrocas, que en 2024 formó parte de la Temporada de Música de la Fundación BBVA, con el concierto Sones y danzas de la España antigua. En esta tribuna, detalla las similitudes de estas sesiones con la improvisación actual en el jazz, relata cómo inició este proyecto tan singular y reivindica la importancia de visibilizar y recuperar la tradición de la música barroca en el siglo XXI.

25 septiembre, 2025

Perfil

Daniel Pinteño

Hay muchísimas similitudes entre la música barroca, en concreto la que tiene una conexión con lo popular, y lo que podemos encontrar hoy en día en una jam session moderna. Tanto la una como la otra se construyen fundamentalmente desde el bajo. Los instrumentistas que interpretan esta línea de bajo continuo, los continuistas, son capaces de crear con apenas un puñado de pistas que aparecen en la partitura todo un tejido armónico que sustenta a las líneas melódicas. En definitiva, la labor del continuista no está tan alejada de lo que haría un pianista de jazz en una sesión de improvisación.

Pero las similitudes entre los dos géneros van mucho más allá. En muchos casos el jazz ha recurrido a estructuras armónicas predefinidas que permiten la improvisación sobre ellas, lo que llamamos estándar. Uno de los más famosos, por ejemplo, es Autumn Leaves creado por Joseph Kosma en 1945. En él encontramos ese patrón armónico recurrente que se repite durante la pieza y sobre el que los músicos de jazz improvisan.

Esto también pasaba en los siglos XVII y XVIII con los grounds, que sin duda son algo bastante similar a un estándar. En este caso se trata de un patrón armónico y rítmico que se repite a modo de bajo ostinato durante toda la pieza. Sobre este bajo los compositores creaban variaciones y los instrumentistas improvisaban y ornamentaban. Canarios, folías, chaconas y pasacalles son solamente algunos de estos grounds que a buen seguro se podían escuchar en las tabernas y salones de la Europa barroca. Sin duda en las tabernas de los siglos XVII y XVIII podríamos encontrar a un grupo de músicos diletantes haciendo música sobre alguno de estos bajos.

Mi proyecto de recuperar las jam sessions barrocas en la época actual surge inicialmente con la idea de recuperar las sonoridades más populares que creo que en ocasiones han sido olvidadas por los músicos clásicos. De hecho, la génesis de este proyecto estaba inicialmente orientada a tratar las piezas vocales más populares desde un prisma diferente al habitual. Todo esto fue poco a poco evolucionando y fuimos orientando el proyecto a lo instrumental.

Cuando realmente todo dio un giro fue tras una conversación con la musicóloga Ana Lombardía. Le comenté las líneas fundamentales del proyecto y me hizo llegar un artículo que había dedicado al Manuscrito de Salamanca (1659 aproximadamente). En el mismo[1] se desgranaban las claves de este interesante documento que podemos encontrar en la Biblioteca Nacional de España. El manuscrito en cuestión recoge el íncipit, es decir, los primeros compases de algunas de los grounds más populares en la península ibérica a mediados del siglo XVII como los canarios, las folías, la chacona, etc. Pero, ¿por qué solamente recogía el creador de este manuscrito unos cuantos compases? Porque fundamentalmente no necesitaba mucho más para recordar la estructura armónica de la pieza. A partir de ellos comenzaba la improvisación, la ornamentación y la variación creando cada vez que se interpretaba una pieza que armónicamente era parecida pero que melódicamente y rítmicamente podía ser diferente.

Con mi ensemble Concerto 1700, nos basamos en estos íncipits y los metimos en una coctelera para crear este viaje alocado a través de esas danzas y canciones populares de nuestro barroco. Músicas que hacen que literalmente se te vayan los pies y que, de manera casi inconsciente, des algún toquecito con la mano para seguir el compás de la música.

La improvisación siempre ha estado ligada a la música, la más efímera de todas las artes. Tanto a la culta como fundamentalmente a la popular. A diferencia de las artes visuales, como la pintura o la escultura, que producen obras tangibles y permanentes, la música se manifiesta a través de sonidos que se desarrollan en el tiempo y que, una vez creados, desaparecen en el momento en que se detiene la interpretación. La improvisación añade un elemento de interés muy potente que ha sido explotado durante toda la historia. Imaginemos la fuerza artística que tiene para el oyente saber que al escuchar una obra improvisada no solo está disfrutando de una música que solo estará viva mientras se interpreta, sino que además por ese carácter improvisado será única, ya que la siguiente vez que ese u otro músico la interprete, será completamente diferente.

Recuperar y visibilizar la tradición de la música barroca popular en el siglo XXI tiene múltiples razones que abarcan aspectos culturales, educativos y sociales. La música es una de las disciplinas artísticas a las que menos atención se suele prestar. Mucho menos si es música popular. Como mencionaba, su carácter efímero, que le otorga vida únicamente cuando se interpreta, hace que tenga en ocasiones un inmerecido rol menor. Cuando uno piensa en patrimonio cultural de España siempre le viene a la mente lo tangible, es decir, un Goya, la Alhambra, la catedral de Burgos o el Quijote de Cervantes, pero pocas veces se mencionará alguna obra que forme parte de nuestro legado musical. ¿A qué conciudadano español medio le suena José de Nebra, Tomás Luis de Victoria, Tomás Bretón o Roberto Gerhard? Darlos a conocer es un deber que tiene nuestro país para con su música y sus músicos.

En mi caso llevo años trabajando para cambiar esta situación, así que intento poner mi granito de arena todos los días en esta labor de recuperación, difusión y puesta en valor de nuestro patrimonio. Lo curioso es la fantástica recepción que tiene nuestra música dentro y fuera de España. Cuando alguien viene a alguno de nuestros conciertos descubre autores talentosos y ocultos para el gran público como el del mallorquín Antonio Literes (1673-1474), del que recuperamos sus cantadas para alto gracias a una Beca Leonardo de la Fundación BBVA. Nos gusta tras los conciertos conocer las sensaciones que nos transmite el público y puedo asegurar que siempre hay un interés general por conocer más sobre nuestro patrimonio musical. Ahora es el turno de las instituciones para seguir apostando de manera inequívoca por ello.


[1] Ana Lombardía: Melodías para versos silenciosos: Bailes, danzas y canciones para violín en el Manuscrito de Salamanca (ca. 1659). Diagonal: An Ibero-American Music Review, Vol. 3 No. 1. 2018.

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