La Beca Leonardo que obtuvo en 2017 sentó las bases del proyecto

El equipo liderado por José Miguel Adam logra la portada de ‘Nature’ con sus edificios resistentes al colapso

Patricia Contreras Tejada

Cuando ocurre un terremoto, una inundación o una explosión, los edificios pueden colapsar, sepultando a las personas que se encuentren dentro. Sin embargo, el método ideado por José Miguel Adam, publicado en portada por la revista Nature, añade una última línea de defensa a los edificios para prevenir estos colapsos catastróficos. Adam, catedrático de Ingeniería de la Construcción en la Universitat Politècnica de València, obtuvo una Beca Leonardo en 2017 con la que sentó las bases de su proyecto actual.

14 mayo, 2024

Perfil

José Miguel Adam

El nuevo método consiste en un “fusible estructural”, según compara Adam, que permite localizar un posible fallo en un edificio solo a la zona directamente afectada, sin que se propague al resto del inmueble y provoque su colapso. Al igual que un fusible electrónico aísla la parte dañada del circuito para que el resto siga funcionando, la propuesta de Adam permite que las partes del edificio que quedan en pie permanezcan intactas. “También lo comparamos con una lagartija. Cuando un águila ataca a una lagartija, esta separa la cola para proteger al resto. Lo mismo sucede aquí”, detalla.

Para comprobar la eficacia del método, el investigador realizó un ensayo sobre un edificio-probeta a escala real, un experimento arriesgado que ha permitido constatar que los fusibles estructurales consiguen su cometido. “Hicimos la evaluación de la estructura después del colapso parcial y estaba perfecta”, afirma Adam.

Una combinación de estrategias para hacer frente a fallos pequeños y grandes

Hasta ahora, la normativa que regula la construcción de nuevos edificios se centra en asegurarse de que estos resisten ante fallos iniciales pequeños. Sin embargo, ante fallos de mayor envergadura, el riesgo de colapso sigue siendo elevado. “El primer colapso progresivo que conmocionó a la sociedad ocurrió en Londres a finales de los años 1960”, apunta Adam. “Ahí el problema era que los elementos de la estructura no estaban bien conectados y, al fallar una parte, propagó al resto. Por eso, a partir de entonces, los esfuerzos se centraron en conectar muy bien todas las partes del edificio: de ese modo, cuando falla una parte, la carga de esa parte se redistribuye al resto de la construcción y el edificio resiste. Pero, si el fallo es muy grande, esa misma conectividad provoca que el edificio entero caiga”, añade.

Así, la propuesta de Adam combina ambas estrategias, logrando mantener la resistencia del edificio ante fallos pequeños y al mismo tiempo mejorando su aguante ante fallos grandes. “Hemos demostrado que, si falla una columna, o incluso dos, se activa la continuidad y la carga de esa zona se redistribuye. En este sentido, cumplimos la normativa. Pero, además, cuando el fallo es mayor y la propagación es inevitable, nuestro método es capaz de pararla para que el edificio no colapse”.

La Beca Leonardo fue el germen de este proyecto

En 2017, el ingeniero obtuvo una Beca Leonardo con el objetivo de comprender los mecanismos que provocan que un edificio colapse. Ya entonces construyó un edificio a escala real, provocó el fallo de algunas columnas y pudo comprender cómo se redistribuían las cargas. “Claramente, estaba planteando un proyecto de muy alto riesgo, ya que, si el edificio fallaba de manera imprevista, el proyecto sería un fracaso”, recordó Adam en el Encuentro Leonardo 2024.

Aquella “idea radical” que desarrolló con la Beca Leonardo le permitió establecer el conocimiento básico que ha fundamentado el trabajo actual. “El siguiente paso fue encontrar soluciones al problema del colapso ante grandes fallos”, explica Adam. Para desarrollar este nuevo proyecto, obtuvo una ayuda del Consejo Europeo de Investigación por valor de 2,5 millones de euros.

El ensayo se realizó sobre un edificio-probeta con estructura de hormigón prefabricado, un material muy común actualmente en la construcción de hospitales. A continuación, Adam y sus colaboradores realizarán dos ensayos más sobre edificios con estructura de hormigón y de acero, que prevén que se completen con éxito: “El concepto es el mismo y los modelos de ordenador dan buenos resultados también para estos materiales”, argumenta el ingeniero.

El objetivo para los próximos años es que el nuevo método se lleve a la práctica y forme parte de cualquier edificio de nueva construcción. A pesar de la “inercia” que prima en el sector, Adam confía en que los ensayos ayuden a los reguladores, e incluso a las personas interesadas en comprar una nueva vivienda, a apreciar las ventajas. “Cuando se diseña un edificio frente a un sismo, se hace un estudio coste-beneficio para ver que es rentable esa inversión. En nuestro caso, la inversión inicial es prácticamente cero, así que el beneficio se dispara”, concluye.